En ocasiones nos vemos superados por los retos diarios que se nos presentan en la vida...​

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• Sobrevivir en un entorno laboral hostil

• Mantener el frágil equilibrio dentro de la pareja

• Entender los comportamientos de nuestros hijos

• Sentirse extraños entre los que han sido amigos de siempre

• Una pérdida repentina de un ser querido nos deja parados en el tiempo

• Una frustración que nos embarga de rabia pero nos deja sin reacción

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Nos sentimos desequilibrados emocionalmente, sumidos en un estado de vulnerabilidad y tristeza donde permanecemos en inercia. Empezamos a buscar soluciones momentáneas, cambios superficiales: un trabajo diferente, enamorarnos de nuevo, conocer gente distinta, hasta cambiar de peinado, de casa o de país...

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O bien nos autocastigamos por no haber estado a la altura de las circunstancias para entrar en el círculo vicioso del victimismo. Por mucho que buscamos no acabamos de encontrar un enfoque que nos satisfaga realmente.

Es entonces, en la quietud y el silencio de nuestra mente, cuando debemos preguntarnos a nosotros mismos:​

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• ¿Cómo nos sentimos en nuestra piel?

• ¿Por qué hacemos lo que hacemos frente a los problemas que nos inquietan?

• ¿Qué es aquello a lo que damos más importancia en nuestra vida?

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Las respuestas irán surgiendo de nuestro interior con sinceridad y humildad para darnos a entender quiénes somos realmente y hacia dónde queremos proyectarnos.